Esto es lo que reza Nosferatu, maestro de ceremonias del Circo de los Horrores.
Alicante estaba plagada de carteles anunciando este circo. En los carteles salía un payaso con aspecto diabólico así que ni siquiera me planteé acercarme a ver de qué trataba el cartel. Los payasos siempre me han dado un poco de fobia, y si tienen colmillos más aún. Hasta que un día no pude resistirlo más y entré en la página web para enterarme de una vez quién puñetas sería ese payaso. Era Grimo, el payaso asesino. Entonces leí que el director del espéctaculo era Suso Silva, un clown que había ganado el Premio Nacional de Circo en 2003. También vi que El Circo de los Horrores no era un espectáculo normal y corriente porque estaba ambientado en un cementerio gótico del siglo XIX. Era una fusión de circo, teatro y cabaret así que durante una semana empecé a repetir como una cría: "quiero ir al circo, quiero ir al circo, quiero ir al circo" Y al circo me llevaron, y además en primera fila...
Entramos media hora antes y estaba toda la carpa en penumbra, se escuchaban gritos y sonidos fuertes pero lo peor de todo es que de la niebla salían figuras tenebrosas. Los acomodadores eran familiares locos de los freaks... Igual se te acercaba un psicópata con camisa de fuerza, que una novia muerta se quería llevar a tu parte contratante pero el peor de todos sin duda era un tío de casi dos metros con unos zapatones de hierro que arrastraba lentamente y una máscara muy parecida al tipo de La matanza de Texas.
Grité, aullé y me desgarré las cuerdas vocales. Me subí a la espalda del novio de mi prima de un salto, le dejé sordo y casi le arranco los dedos a mi hermana de tanto apretarle la mano... Pero qué bien me lo pasé. No recuerdo una media hora más tensa en mi vida pero soltaba adrenalina por cada poro de mi piel.
Cuando empieza el espectáculo los freaks se esconden pero de un ataúd sale el maestro de ceremonias, Nosferatu. Saluda al público y hace fluir una risa nerviosa. Todos estamos disfrutando pero sin bajar la guardia porque entre acto y acto puede pasar cualquier cosa. En un momento de descuido unas monjas asesinas con unas sierras mecánicas se avalanzan sobre el público. Nos atacan por delante y por detrás y yo grito, me río y aplaudo a la vez.
La niña del exorcista es contorsionista y el fantasma de la ópera es trapecista. También hay dos personas-murciélagos que juegan contra la gravedad y una vampira muy guapa que se pasea con una pitón. Unos payasos con muy mala leche y una guillotina, un verdugo equlibrista y una mujer-araña que se cuelga por los aires con su seda. Hay magia, fuego, mímica y hasta un payaso que canta blues!
Yo no quepo en mí de la emoción. ¿He viajado al pasado? ¿Vuelvo a tener 10 años? No! Es la magia del circo que me posee durante 2 horas. Dos horas que para mi fueron muy especiales porque me hicieron olvidar los mil y un problemas que tengo diariamente en mi cabezota. Y cuando la función termina, los freaks salen y se quitan sus máscaras. Ya no son vampiros ni momias, son artistas. Y todo el público se funde en una única ovación. Todos nos ponemos en pie y silbamos porque creo que en realidad todos estamos agradecidos de que nos hayan dejado formar parte de su freakshow.
Alicante estaba plagada de carteles anunciando este circo. En los carteles salía un payaso con aspecto diabólico así que ni siquiera me planteé acercarme a ver de qué trataba el cartel. Los payasos siempre me han dado un poco de fobia, y si tienen colmillos más aún. Hasta que un día no pude resistirlo más y entré en la página web para enterarme de una vez quién puñetas sería ese payaso. Era Grimo, el payaso asesino. Entonces leí que el director del espéctaculo era Suso Silva, un clown que había ganado el Premio Nacional de Circo en 2003. También vi que El Circo de los Horrores no era un espectáculo normal y corriente porque estaba ambientado en un cementerio gótico del siglo XIX. Era una fusión de circo, teatro y cabaret así que durante una semana empecé a repetir como una cría: "quiero ir al circo, quiero ir al circo, quiero ir al circo" Y al circo me llevaron, y además en primera fila...
Entramos media hora antes y estaba toda la carpa en penumbra, se escuchaban gritos y sonidos fuertes pero lo peor de todo es que de la niebla salían figuras tenebrosas. Los acomodadores eran familiares locos de los freaks... Igual se te acercaba un psicópata con camisa de fuerza, que una novia muerta se quería llevar a tu parte contratante pero el peor de todos sin duda era un tío de casi dos metros con unos zapatones de hierro que arrastraba lentamente y una máscara muy parecida al tipo de La matanza de Texas.
Grité, aullé y me desgarré las cuerdas vocales. Me subí a la espalda del novio de mi prima de un salto, le dejé sordo y casi le arranco los dedos a mi hermana de tanto apretarle la mano... Pero qué bien me lo pasé. No recuerdo una media hora más tensa en mi vida pero soltaba adrenalina por cada poro de mi piel.
Cuando empieza el espectáculo los freaks se esconden pero de un ataúd sale el maestro de ceremonias, Nosferatu. Saluda al público y hace fluir una risa nerviosa. Todos estamos disfrutando pero sin bajar la guardia porque entre acto y acto puede pasar cualquier cosa. En un momento de descuido unas monjas asesinas con unas sierras mecánicas se avalanzan sobre el público. Nos atacan por delante y por detrás y yo grito, me río y aplaudo a la vez.
La niña del exorcista es contorsionista y el fantasma de la ópera es trapecista. También hay dos personas-murciélagos que juegan contra la gravedad y una vampira muy guapa que se pasea con una pitón. Unos payasos con muy mala leche y una guillotina, un verdugo equlibrista y una mujer-araña que se cuelga por los aires con su seda. Hay magia, fuego, mímica y hasta un payaso que canta blues!
Yo no quepo en mí de la emoción. ¿He viajado al pasado? ¿Vuelvo a tener 10 años? No! Es la magia del circo que me posee durante 2 horas. Dos horas que para mi fueron muy especiales porque me hicieron olvidar los mil y un problemas que tengo diariamente en mi cabezota. Y cuando la función termina, los freaks salen y se quitan sus máscaras. Ya no son vampiros ni momias, son artistas. Y todo el público se funde en una única ovación. Todos nos ponemos en pie y silbamos porque creo que en realidad todos estamos agradecidos de que nos hayan dejado formar parte de su freakshow.
2 comentarios:
Seguro que tocaste la pitón. Yo lo que no entiendo es como eres capaz de colgarte una serpiente al cuello, hacer puenting o alguna locura de esas y luego tener miedo de un tío con una careta... aunque fijo que de los chillidos que pegarías no seguro que no se te acercaron mucho... están las cosas como para quedarse sordo... pobre novio de tu prima!!
¡¡Qué original!!
Me interesa mucho esto, humm..
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